Monday, July 21, 2008

Miscelánea


















En estos días, en un eselente (sic) programa de televisión, un maravilloso (sic) ser humano, nos deleita con un selente (sic) programa de bailes, de los cuales el más popular es el del caño (ver foto) Una estraordinaria (sic) puesta en escena, un cuerpo de baile digno de Las Vegas (Punta Alta)* y como dije antes, el conductor, ah!!! oh!!! vaya!!! cáspita!! merde!!!. Cansado del onanismo que no es otra cosa que la masturbación a solas, lo comparte con nosotros, incitándonos a una gran paja (sic) colectiva. No contento con ello, contrató a una locutora en off que pide a gritos la denigración total del género (al que pertenece, creo) y por último, el atildado conductor reclama a las gentes que hablen por teléfono a razón de uno o dos dólares mas impuestos el llamado a votar por bailarines que hace meses que están elegidos para irse o quedarse, de acuerdo al minuto a minuto (rating en la jerga).
*En Punta Alta, hay un cabaret llamado Las Vegas, famoso en Punta Alta




















La película "La Gran Estafa" estaría filmándose en Argentina con la intervención de los conductores de televisión que hacen llamar a la gente a extraños 0611 o parecidos, ofreciendo grandes cantidades de dinero, viajes a la Polinesia o una noche con Tinelli. El que mas se acerca a la perfección es Jorge Rial que conduce un programa que casi nadie ve ofreciendo mucho dinero por día, dinero que las empresas publicitarias no deben juntar en un año. Entonces como funciona esto: muy simple, no lo entregan, no lo dan. Que pruebas le quedan al pobre tipo/a que cándidamente llama? Y si se atreven a reclamar, los atenderán y le pedirán tantas cosas para acceder al premio que para cuando las junten, Rial estará jubilado y la Giménez disfrutando de la plata mía, tuya, de nosotros. Que lo parió.
















La señora Mirta Legrand tiene un joyero de confianza y lo publicita por televisión, recomendando venderles nuestras alhajas, dijes y abalorios. Ellos nos pagarán un precio justo. Muy bien. Pero el año pasado la señora tenía otro joyero de confianza. Que pasó con él? se retiró del mercado? se fundió? Le recuerdo al joyero vigente que el año que viene la señora recomendará otro joyero o ninguno y que todo lo que hayáis comprado este año se os volverá en contra porque el programa de la señora trae suerte, pero para ella.




Saturday, July 05, 2008

Gritos y susurros



















Hubo una vez una princesa, de un país cercano que, alentada por amigos, parientes y entornos, creyó conocer el pensamiento de todo su republireino (sé que suena raro pero era así el nombre de una república que años antes que la princesa soñara conquistar, fué azotada por vientos democráticos a los que dictadores y delirantes hombrecillos públicos, se encargaron de amainar)Cuando fué coronada, juró y perjuró que ella, un par de amigos y tres o cuatro conocidos, más algunos desconocidos, habían enfrentado, años ha, humanos torcidos a los que lograron poner derechos. Fué coronada por su par, que aunque no había sido rey, lo parecía en su magnanimidad, elocuencia y aspaventosidad (término que proviene del castizo aspaviento, que remite a su vez a la lucha de caballeros un tanto locos, contra los molinos que mueven sus aspas por el viento) Poco tiempo después, muy poco a decir verdad, creyó ganada la voluntad del reino (apócope de republireino) y ordenó retener a todos los ricos del repu (aféresis de otra cosa) una parte de sus ganancias. Estaban exceptuados de esta medida los ricos de verdad, los ricos de siempre, los ricos trasnacionales, los amigos ricos y el tío rico. Enfurecidos, los pocos ricos que quedaban, se negaron a pagar y se sublevaron atrincherándose lo mas lejos posible del castillo. Durante cien años, las rutas cortadas y los víveres escaseando, los sublevados creyeron tener éxito, hasta que la reina en un gesto de suprema inteligencia, cordura y bizarría mandó llamar a los sabios del repureino (apócope) que se juntaron en el edificio de nombre pomposo y equívoco (si no lo crees busca la diferencia entre parlamento y congreso) para ratificar el deseo de la reina. Como no podía ser de otra manera, todos los sabios menos la mitad ratificaron el decreto y le hicieron tantas modificaciones que la reina está pensando seriamente si no será mejor escuchar gritos de pueblo que susurros de palacio.