
Sólo en comunión se puede ser libre", dijo ayer Benedicto XVI, al iniciar la Semana Santa y lamentó la tentación de la humanidad de querer una libertad sin límites.
Estoy tentado, dijo el hombre sabio, de querer una libertad sin límites. Para que la quieres, respondió el hombrecito de rojo.Bien, continuó el hombre sabio, si el universo no tiene principio ni fin y yo estoy dentro de él, todo lo que poseo es infinito, ergo, mi facultad de hacer y deshacer no tiene límites. El hombrecito, ahora de verde, carraspeó una vez e incapaz de razonar en esos términos, conminó al hombre sabio a dejar esos pensamientos pecaminosos y lo amenazó con sufrimientos sin límites, le aconsejó fundar una institución en donde la ambición, el sojuzgamiento de los más débiles, el sexo, el acaparamiento de los ahorros, los privilegios sociales y algunas menudencias mas, no tuvieran límites. En esa institución se enseñaría a las gentes, a no tener sexo si no es con un fin noble, a renegar de las riquezas, a creer en cualquier cosa que la institución mande y sobre todo a mezquinar libertad, porque la libertad es mala consejera, hace que los hombres estudien, piensen, dejen de creer, gocen con todos los sentidos y un día demuelan la institución, desde la cual, el hombrecito, ahora desnudo, mantiene esclavizada a media humanidad.
Una porquería.