Saturday, July 05, 2008

Gritos y susurros



















Hubo una vez una princesa, de un país cercano que, alentada por amigos, parientes y entornos, creyó conocer el pensamiento de todo su republireino (sé que suena raro pero era así el nombre de una república que años antes que la princesa soñara conquistar, fué azotada por vientos democráticos a los que dictadores y delirantes hombrecillos públicos, se encargaron de amainar)Cuando fué coronada, juró y perjuró que ella, un par de amigos y tres o cuatro conocidos, más algunos desconocidos, habían enfrentado, años ha, humanos torcidos a los que lograron poner derechos. Fué coronada por su par, que aunque no había sido rey, lo parecía en su magnanimidad, elocuencia y aspaventosidad (término que proviene del castizo aspaviento, que remite a su vez a la lucha de caballeros un tanto locos, contra los molinos que mueven sus aspas por el viento) Poco tiempo después, muy poco a decir verdad, creyó ganada la voluntad del reino (apócope de republireino) y ordenó retener a todos los ricos del repu (aféresis de otra cosa) una parte de sus ganancias. Estaban exceptuados de esta medida los ricos de verdad, los ricos de siempre, los ricos trasnacionales, los amigos ricos y el tío rico. Enfurecidos, los pocos ricos que quedaban, se negaron a pagar y se sublevaron atrincherándose lo mas lejos posible del castillo. Durante cien años, las rutas cortadas y los víveres escaseando, los sublevados creyeron tener éxito, hasta que la reina en un gesto de suprema inteligencia, cordura y bizarría mandó llamar a los sabios del repureino (apócope) que se juntaron en el edificio de nombre pomposo y equívoco (si no lo crees busca la diferencia entre parlamento y congreso) para ratificar el deseo de la reina. Como no podía ser de otra manera, todos los sabios menos la mitad ratificaron el decreto y le hicieron tantas modificaciones que la reina está pensando seriamente si no será mejor escuchar gritos de pueblo que susurros de palacio.

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