Sunday, July 12, 2009

Anticrónicas


















Día 12
No importa que sea domingo, se dice la señora Fernandez, circunstancialmente presidente de los argentinos, hay que trabajar, no hay tiempo que perder. Recién levantada de una noche de lectura y cavilación y sueños, en donde no faltaron aquellas quimeras de los tiempos de estudiante, se propuso comenzar dialogando con el intendente de su lugar en el mundo. Este llegó temprano y comenzó con las disculpas pero la presidente en tono maternal lo acalló y pidió que vinieran también los concejales electos de antes y de ahora, el juez de paz, el doctor, Don Artemio, en fin, las fuerzas vivas de la comunidad. Se dijo y lo expresó en voz alta, que nada mejor que comenzar la tarea de unidad nacional con la unidad lugareña, que la era de la concordia y los acuerdos en pos de engrandecer su lugar en el mundo y el lugar en el mundo de todos nosotros, los que vivimos acá, los que no nos fuimos cuando todos los que podían se iban, los que teníamos sueños, los que corrimos detrás del sueño de la unidad nacional que unos idiotas y otros enfermos, nos quitaron; los que resistimos, los que no pedimos nada a cambio, los que seguimos alentando sueños, los que pensamos que los idiotas habían madurado y los enfermos se habían curado, había llegado. Los alentó a hablar, a poner el bien común por encima del personal, que nosotros estamos de paso, les dijo. Por último, antes de despedirse, prometió que temprano el lunes, como corresponde a la urgencia del momento de crisis en el mundo,que por suerte acá no, comenzaría con el diálogo, que no sabía quien era el o los primeros, pero lo sabría al llegar a su segundo lugar en el mundo, donde sus ministros que, salvo dos horas al mediodía del domingo para almorzar, han estado trabajando para alcanzarle la agenda de trabajo.
Coltrane guarde a la presidente





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