Tuesday, September 26, 2006

CRONICAS, DIA 48

Me llamaron del Banco, no atendí. Me llamaron de la gasolinera, no atendí. No atendí a nadie, me niego a atender, no estoy para nadie, ni siquiera para mí mismo. Me hago saber que es un contrasentido, entonces me atiendo, para decirme que mejor es que me vaya a X, ahí es más difícil encontrarme. Antes de irme, llevo a Júnior al colegio. Está todo bien niño, las maestras te harán conocer todo para que lo desaproveches en los próximos años. Los compañeros lo esperan en la vereda, contentos al parecer, con su presencia, lo rodean y van en busca de los demás, completando un grupo blanco y compacto, moviéndose al compás de una música, que sólo ellos escuchan. Los dejo ir y yo mismo me marcho, no sin antes cambiar un par de palabras amables con la maestra de 6º, que se ve buena, si me permiten decirlo, cogible, si no es muy atrevido de mi parte. No sé que pensará ella, detrás de su mirada vacua, pero yo no quiero complicaciones, es por eso que no me quedo a averiguarlo.
Desando el camino hasta mi auto, me subo a él, lo pongo en marcha, atino la primera marcha y suavemente me dirijo rumbo a mi destino. En la siguiente esquina, una diosa vestida de humana y con ropas de mujer, me lanza un dardo de reojo directo a mí. Calculo el precio, recorro mentalmente mi billetera, separo el combustible, los cigarrillos, la canasta familiar del día y prosigo sin siquiera voltear. Maldigo unos dos minutos y me olvido al llegar a la ruta, que me lleva a X sin escalas. Uno de estos días, pienso, será un viaje de ida solamente, sin sufrir espero. Detesto sufrir y hacer sufrir, por eso camino de puntillas, sin hacer ruido, no me anuncio en ningún sitio. Los que me conocen saludan al paso, devuelvo el saludo tímidamente y trato de que no me lo presten más, nunca más. Para qué? No lo quiero. Tengo bastantes con mis saludos. Hasta que los dé todos, no quiero otros; quiero, sin embargo, caricias, besos, mimos, no los quiero prestados, los quiero entregados, no vendidos, no quiero dar nada a cambio, gratis es la forma.
Pienso en los años en los cuales conocí ese trato, el comercio del saludo, la traición de la mirada, la siniestra caricia, tres años horrorosos de mi vida, preso en una jaula ambientada como colegio, con un patrón nazi y empleados eunucos, homosexuales inconfesos, pederastas de afición, hombres con vestidos de viejas madamas, tratando de prostituirme la razón, me negué, me niego aún y en el único lugar donde soy libre, es aquí en mi pensamiento y me apuro por llegar. Lo voy a escribir y entonces dejará de ser libre, me digo. No lo escribo entonces, está bien, tenés razón, me digo en voz alta, justo a tiempo para estacionar en el patio trasero del almacén.

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